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El inicio del viaje a Oaxaca
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 Article publié le 10 septembre 2023.

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Salimos de Chetumal el lunes 14 de agosto de este 2023, Rafa y yo en el Dodge Attitude rojo de Ileanita, manejado por ella, a las nueve y media de la mañana, con rumbo a Cancún, con la intención de llegar antes de las tres de la tarde, para checar nuestra entrada al hotel Avani y confirmar nuestra reservación hecha anticipadamente por Ernesto, esposo de mi nieta Yazury, quienes se adelantaron un día para arreglar algo de su trabajo en Tulum.

Ileanita nos llevó a Carrillo Puerto, en donde repostamos combustible a las once y media y yo derramé unas lagrimitas, al evocar que allá conocí a Chanita, mi amor eterno, en enero de 1959. Y es natural mi sentir, pues apenas van a cumplirse los seis meses de haber trascendido ella, a su Hogar Celestial.

Mis dos lindos hijos, mis xtup en maya, los benjamines, pues son los más chicos de mi clan conformado con mis cinco hijos, organizaron esta que puede ser nuestra más reciente patoaventura familiar : llevarme a la bella Antequera, con el ideal de provocar un breik en el proceso del duelo ocasionado por la ausencia de mi bella esposa.

Ahí nos enteramos que ya estaban en Cancún y optamos por seguirlos, y logramos llegar antes de las tres. De entrada, en la sala de desesperados, un señor de camisa blanca, pantalón negro y tenis blancos nos ofreció un vasito de agua, como de lavado de frutas, medio amarillenta y sin sabor. Al rato, nos regalaron unas minipaletitas de coco, que se derritieron en menos de que canta una iguana. Y la espera se dio hasta las cuatro y cacho de la tarde, mientras mis nietos no llegaban con la ansiada pizza Joch.

Desfallecidos por el hambre, fuimos al restorán para comer alguna cosa y tras buscar algo barato en la carta, de no más de 400 pesos, ordené un aguachile. Como a la media hora se asomó el mesero y nos dijo que todos los platos del menú se preparaban al momento, pero que estarían listos en 50 minutos. Nos regresamos al coqueto lobby a esperar nuestra pizza y de Ernesto y Yazury, ni sus luces, ni la requeteansiada pizza Hotch, en ese ínterin la güera me consiguió un vasito de palomitas frías.

Para no cansarnos más al fin nos tocó nuestra asignación de cuarto para dos adultos y un carcamán en silla de ruedas. El amable empleado con pinta de Jesús Ochoa nos guió, maletas en ristre por un elevador que nos ascendió al segundo piso y por un súper angosto y oscuro pasillo, que me recordó, por cierto, el laberinto del fauno, llegamos al cuarto 116. Una pieza en forma de ele con una cama tamaño queen y una especie de catre chaparrito. El baño ocupaba la pata de la ele.

 Decidimos salir a buscar qué comer y nos incorporamos al marasmo del tráfico a buscar comida, y ¡eureka !, sonó el teléfono avisándonos de la llegada de los nietos con una pizza Joch fría.

Intentamos una vuelta en u y era suicida. Providencialmente un gigantesco autobús rosa mexicano se atravesó para dar vuelta y nos colamos en la maniobra y ahorramos mucho tiempo y pudimos volver sanos y salvos.

El vigilante del estacionamiento nos explicó que hubo un accidente que ralentizó el flujo vehicular.

–Discúlpennos la tardanza –dijo Ernesto –pero a pesar de que el aeropuerto está a no más de diez minutos, el tráfico está fatal.

Yazury y Tea, mi chispa bisnieta de dos años ya estaban con traje de baño.

—Vamos a ir a la alberca, ¿quieren ir con nosotros ? ---dijo Yazury

Ileanita se agregó y se fueron. Después de un rato, dije :

—¿Y si vamos a ver ?

—Voy a ponerme en traje de carácter—dijo Rafa.

—Yo voy con todo y pañal.

Abordé mi automóvil y tras perdernos en el laberinto del fauno llegamos a la alberca de unos cinco por siete metros.

Yazury, Tea e Ileana ya estaban metidas en el agua.

—Métanse al agua, papi, está caliente el –dijo esta última.

Rafa se quitó el short y se metió.

Yo no lo pensé mucho y me metí por las gradas y ahí me quedé luego de que quise ir a lo profundo y se me levantaron las patas por lo arqueado de mi columna. Luego de tres glubs me quedé quieto, sentado en la grada, apoyado en el fuerte pasamanos.

Disfruté la música del potente equipo manipulado por un muchacho.

Una media hora después Yazury salió con la niña del agua.

—Ya nos vamos –dijo—Tea ya se enfrió. Es más friolenta que yo. Mejor la llevo al cuarto.

—Nosotros nos vamos a salir cuando nos corran, como hacemos en Bonanza. Al rato voy a ir a verlas –prometió Ileanita.

Seguimos disfrutando el agua caliente y la música y en cuanto la suspendieron y se llevaron el equipo, Ileanita me preguntó :

—¿Ya perdonaste al hotel por el precio de la minihabitación, y los inconvenientes ?

—Lo estoy considerando.

—Creo que es tiempo de irnos –dijo— ya estoy sintiendo calambres.

Nos secamos con las toallotas rojas del hotel,pero no me pude cambiar porque tenía el pañal, así que me llevó Rafa envuelto con dos toallas aunque el frío me caló cuando entramos al edificio. Tiritando me metí a la regadera y el agua no la pudimos templar porque estaba muy caliente. Me iba a echar entre pecho y espalda mi copita de tequila reposado, para contrarrestar la hipotermia, aprovechando que la güera tenía dos pachitas de tequila que le llevó Ernesto, una de Cuervo reposado y otra que trajo el amigo de Jorge, (quien se iba a llevar el coche, y era El Compadre, también reposado, aunque no pude hacerlo porque Rafa me recordó que tenía rash, (un sarpullido rojo en la panza), que descubrimos antes de mi terapia de masaje que mi amigo Angel me iba a aplicar y que terminando mi hija me iba a inyectar complejo B. Pero al ver las pintas rojas ya no quiso hacerlo.

—¿Para qué arriesgarnos que le dé un shock anafiláctico ? Mejor ahí lo dejamos –exclamó.

Me acosté y pude dormitar un rato, mientras Ileanita se quejó del frío del aire acondicionado.

—Voy a subirle aunque está en 26 grados—dijo Rafa y lo hizo.

Sin embargo Ileana y yo seguimos con la hipotermia y mejor apagaron el aire, pues marcaba 23.

A las dos de la mañana me levanté y me serví una copa de la pachita del Cuervo y ya pude dormir el resto de la noche

 

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